Una noche sin luz puede parecer un detalle menor. Hasta que ocurre.
Hasta que se apagan las pantallas, las certezas, los automatismos… y se enciende el temblor.
No fue solo un apagón eléctrico. Fue un corte en la ilusión de control.
De pronto, muchas personas —yo incluida— sentimos que el mundo era más vulnerable de lo que queríamos admitir. Que la dependencia externa es mayor que la interna. Y que no saber cuándo volverá “la normalidad” activa sombras muy viejas: miedo, desamparo, caos.
Nos dimos cuenta de que no sabemos esperar.
Que la ansiedad crece cuando no hay información.
Que el silencio, cuando no es buscado, puede sonar atronador.
Y sin embargo, también ocurrió algo más.
En medio de ese vacío repentino, algunas personas se encontraron consigo mismas.
Sin distracciones, sin tareas, sin conexión… nos quedó el cuerpo.
Y en ese cuerpo, emociones sin nombre.
Respiraciones contenidas. Lágrimas antiguas.
Porque no se apagó solo la luz.
Se apagó la velocidad.
Se apagó el disfraz de seguridad.
Y muchas cosas —invisibles, calladas— se encendieron por dentro.
Quizá un apagón colectivo también nos ofrece una metáfora:
la oportunidad de revisar qué nos sostiene.
No solo cuando todo va bien, sino cuando lo esencial se apaga.
No tengo respuestas.
Solo una sensación que me acompaña desde entonces:
cuando se va la electricidad, queda la electricidad interna.
La que olvidamos cultivar.
La que no depende de enchufes, ni de wifi, ni de certezas.
¿Qué se apagaría dentro de ti si se apagara el mundo?
¿Y qué se encendería?
🌱 Una invitación
Te invito a que te hagas estas preguntas sin prisa, sin querer resolverlas enseguida.
Quizá solo necesites estar un rato en ese lugar interior donde no hay luz artificial.
A veces, la oscuridad revela más de lo que oculta.
Si sientes que este tipo de silencios te incomodan o te remueven más de la cuenta, no estás solx. Puede ser un buen momento para acompañarte desde la psicoterapia o espacios de contención emocional. Contacta conmigo y vemos cómo puedo ayudarte.
— Aryan 💫