¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad tiene una función muy importante relacionada con la supervivencia, junto con el miedo, la ira, la tristeza o la felicidad. Para preservar su integridad física ante amenazas el ser humano ha tenido que poner en marcha respuestas eficaces y adaptativas durante millones de años: la reacción de lucha o huida. Por tanto, la ansiedad es beneficiosa, ya que nos ayuda a enfrentarnos a situaciones difíciles, peligrosas o amenazantes.
¿Cuándo se convierte en un problema?
Básicamente y por decirlo de manera resumida, sería especialmente cuando vemos que ante situaciones en las que la mayoría de personas no se ponen ansiosas, nosotros respondemos con un nivel elevado de nerviosismo que no corresponde con la situación vivida. Hay situaciones que objetivamente no suponen ningún riesgo significativo pero que la persona evalúa como amenazantes (por ejemplo subir a un autobús, ir al gimnasio o estar en un centro comercial lleno de gente); en otros casos la persona necesita actuar de una manera “especial” ante una o varias situaciones concretas.
¿Cuáles son los síntomas de la ansiedad?
La sintomatología de la ansiedad es muy variada, y depende mucho del grado de ansiedad y del tipo de problema concreto, así que cada uno desarrollará unos u otros síntomas englobando diferentes áreas.
–Físicos: Taquicardia; palpitaciones; opresión en el pecho; falta de aire; temblores; sudoración; molestias digestivas; náuseas/ vómitos; «nudo» en el estómago; tensión y rigidez muscular; cansancio; hormigueo; sensación de mareo e inestabilidad; alteraciones del sueño; alteraciones en la alimentación y alteraciones en la respuesta sexual.
–Psicológicos: Inquietud; agobio; sensación de amenaza o peligro; ganas de huir o atacar; inseguridad; sensación de vacío; despersonalización; miedo a perder el control; recelos; sospechas; incertidumbre; dificultad para tomar decisiones; temor extremo a la muerte y/o a la enfermedad.
–De conducta: Estado de alerta e hipervigilancia; bloqueos; torpeza o dificultad para actuar; impulsividad; inquietud motora; dificultad para estarse quieto y en reposo. Suele haber también cambios en la expresividad y el lenguaje corporal (posturas cerradas, rigidez, movimientos torpes de manos y brazos tensión de las mandíbulas, expresión facial de asombro, duda o crispación, etc.).
–Intelectuales o cognitivos: Dificultades de atención; concentración y memoria; aumento de los despistes y descuidos; preocupación excesiva; expectativas negativas; rumiación; pensamientos distorsionados; incremento de las dudas y la sensación de confusión; tendencia a recordar sobre todo cosas desagradables; sobrevalorar pequeños detalles desfavorables; interpretaciones inadecuadas de las diferentes situaciones de la vida diaria y susceptibilidad.
-Sociales: Irritabilidad; ensimismamiento; dificultades para iniciar o seguir una conversación en unos casos y verborrea en otros; bloquearse o quedarse en blanco a la hora de preguntar o responder; dificultades para expresar las propias opiniones o hacer valer los propios derechos; temor excesivo a posibles conflictos, etc.
Hay que aclarar que dentro de la ansiedad nos encontramos con múltiples patologías, de ahí la gran variedad de síntomas. Si te sientes identificado en algunos de estos síntomas, y/o si están interfiriendo en tu vida, es momento de ponerse manos a la obra y ponerle remedio, no tienes por qué vivir sufriendo, nadie merece eso, y muchísimas personas han salido de ese estado para poder vivir una vida plena y lo más feliz posible. Tú también puedes.
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